jueves, 2 de diciembre de 2010

autoestima

Este ensayo propuesta está dirigido a alumnos y familia de nivel primaria en el abordaremos los conceptos de autoestima, auto concepto y la importancia de estos. Así como la función de la familia para favorecer en el niño una buena autoestima. Comenzaremos por definir brevemente ambos conceptos, a continuación veremos la relación que tiene la relación que tiene la familia para que el niño cree un autoconcepto y una autoestima favorables, ya que ambas están profundamente ligadas, para favorecer el desarrollo afectivo y social del niño, también veremos cómo se ha podido formar ese criterio sobre nosotros mismos y en especial con los niños que presentan alguna discapacidad. Así mismo presentamos una propuesta para padre y alumnos de forma dinámica donde se pretende favorecer el entendimiento del autoestima y la importancia en el desarrollo social y afectivo del individuo.
Cuando se habla de autoconcepto se hace referencia al conjunto de sentimientos, percepciones y valoraciones que un individuo tiene sobre sí mismo en cuanto persona. Percepciones relativas a uno mismo y que aluden a las propias características y capacidades, al concepto de uno mismo en relación con los demás y el medio, a los valores, metas, ideales, percibidos positiva o negativamente por el sujeto. Se hace referencia a las dimensiones básicas que definen a la persona, como son: habilidades, rasgos físicos, rasgos emocionales y afectivos... En suma, es la imagen y valoración que tiene un individuo de sí mismo, contemplando el conjunto de características y experiencias por las que pasa.

El autoconcepto es uno de los más importantes resultados del proceso socializador y educativo. Proporciona pautas para interpretar la experiencia; es el marco de referencia sobre la base del cual se organizan todas las experiencias. El significado y valor de la realidad dependen, en gran parte, de cómo la persona se ve a sí misma; según el concepto que de sí misma tenga la persona interpretará la realidad. Es necesario tener un autoconcepto positivo para una conveniente adaptación del sujeto, para la felicidad personal y para un funcionamiento eficaz.

El autoconcepto no es innato; se construye y define a lo largo del desarrollo por la influencia de las personas significativas del medio familiar, escolar y social, y como consecuencia de las propias experiencias de éxito y fracaso. En otras palabras, desde los primeros años de su vida, el ser humano va formando el concepto de sí mismo a partir de sus propias experiencias y de las valoraciones que recibe de las personas importantes de su medio social, como son los padres, profesores y compañeros.

El niño adquiere las actitudes hacia sí mismo por medio de un proceso de “imitación”, por el que incorpora a sus propios esquemas las conductas y actitudes de las personas significativas. El niño, al identificarse con las personas que le son significativas, imita y hace suyas las características de éstas; va formando un concepto de sí mismo similar al de las personas que le rodean y que trata de imitar.

La escuela tiene una significativa influencia sobre la imagen que los niños se forman de sí mismos. La larga permanencia del niño en la escuela condiciona la formación del autoconcepto, sobre todo en los aspectos académicos. La escuela proporciona el medio no sólo para los aprendizajes académicos, sino también para el aprendizaje de la conducta social, el aprendizaje afectivo y de las actitudes, incluidas las que se refieren a uno mismo. La escuela ofrece, después de la familia, la mejor oportunidad para probar sus habilidades y ganar el respeto de los demás.

En el ámbito escolar, los alumnos pasan por muchas y diversas experiencias y situaciones de éxito y fracaso; el profesor es visto por el niño como una persona especialmente significativa, porque es quien tiene la última responsabilidad en la evaluación de sus aptitudes escolares; esto da al profesor un notable poder de influencia que se reflejará en la formación del autoconcepto.

Cuando se vive con una discapacidad, una gran parte de la población con ésta característica vive en una sobreidentificación personalista, esto es sus ideas con respecto a sí mismo no corresponden a sus deseos de vida, la imagen que proyectan en un “querer” no corresponde a un “tener”.

Lo genera en la persona con discapacidad sentimientos negativos con respecto al medio social y así mismo, sentimientos de minusvalía, de impotencia, de rencor ante la dificultad de los obstáculos, el sentimiento no puede ser reprimido porque cada paso en su vida es un recordar continuo de sus limitaciones, el entorno en que se desenvuelve es negativo porque no es funcional a sus limitaciones, porque la persona con discapacidad se siente desplazado del grupo social al que pertenece.


Los sentimientos siempre dan origen a las ideas, los aspectos cognitivos de la persona con discapacidad se van a ver distorsionados por el sentir de emociones ante la situación problemática, el sentirse desplazado lo obliga a reaccionar negativamente y le modifica su actitud, el rechazo no es social al inicio, pero si personal, esto es, su autoimagen se encuentra deteriorada por la multiplicidad de factores que lo limitan del entorno, factores que generan frustración, frustración que genera ira, la ira que se desata ante todo lo que el considera como injusto, manifiesta una incomprensión total, considera que nadie lo entiende y que nadie es capaz de experimentar lo que él está pasando, nulifica la apertura emocional y considera que el apoyo recibido no es suficiente.

El autoconcepto se ve deteriorado por la situación personal - social, se refleja hacia adentro derivado de una situación externa, no existe en la discapacidad una preparación para evitar la minimización del mismo o la victimización, ya que el ser humano no piensa en la discapacidad como una posibilidad futura, el goce en que vivimos no nos permite ver esa opción en la realidad, por eso es que el primer paso para afrontar el proceso de discapacidad es precisamente tener un autoconcepto sano, basado en una autoestima adecuada y una autoimagen fuerte.
Autoestima: Se refiere a cuánto te valoras a ti mismo y lo importante que te consideras. Hace referencia a cómo te ves a ti mismo y cómo te sientes por tus logros.
La autoestima no significa alardear de lo maravilloso que eres sino, más bien, saber discretamente que vales mucho (de hecho, ¡que no tienes precio!). No se trata de pensar que eres perfecto porque nadie lo es sino de saber que eres digno de ser amado y aceptado.
La alta autoestima es importante porque te ayuda a mantener la cabeza bien alta y a sentirte orgulloso de ti mismo y de lo que puedes hacer. Te proporciona valor para experimentar cosas nuevas y el poder de creer en ti mismo. Te permite respetarte a ti mismo, incluso cuando cometes errores. Y cuando te respetas a ti mismo, por lo general, los adultos y otros niños también suelen respetarte.
La alta autoestima también es tu pasaporte para tomar buenas decisiones relacionadas con tu mente y tu cuerpo. Si crees que eres importante, es menos probable que te dejes arrastrar por tus amigos cuando hacen alguna tontería o algo peligroso. Si tienes una alta autoestima, sabes que eres lo suficientemente inteligente como para decidir por ti mismo. Valoras tu seguridad, tus sentimientos, tu salud.¡todo tu ser! La alta autoestima te ayuda a saber que cada parte de ti merece ser cuidada y protegida.

Es importante resolver la siguiente pregunta ¿Cómo adquieren los niños su autoestima? Los bebés no se ven a sí mismos de forma buena o mala. No piensan: “¡Soy genial!” cuando sueltan un buen eructo o “¡Oh, no, este pañal hace que mis piernas se vean raras!”. Más bien, las personas cercanas al bebé le ayudan a desarrollar su autoestima. ¿Cómo? Animándole cuando aprende a gatear, caminar o hablar. A menudo, le dicen: “¡Buen trabajo. Bien hecho!”. Cuando las personas cuidan bien de un bebé, también les ayuda a sentirse amados y valiosos.

Cuando los niños crecen, pueden tener un papel más importante en el desarrollo de su autoestima. Los logros como conseguir buenas notas en un examen o formar parte del equipo de fútbol estelar son cosas de las que un niño puede sentirse orgulloso, así como tener un buen sentido del humor o ser un buen amigo.
La familia de un niño y otras personas de su entorno (como entrenadores, compañeros de equipo y compañeros de clase) también pueden elevar su autoestima. Pueden ayudar a un niño a aprender a hacer las cosas o a darse cuenta de sus cualidades. Pueden creer en el niño y animarlo a volver a intentar algo que no le salió bien la primera vez. Todo es parte de ese aprendizaje que les hará verse a sí mismos de forma positiva, sentirse orgullosos de lo que han hecho y seguros de que pueden hacer mucho más.

La autoestima contribuye decisivamente al bienestar personal: quienes poseen autoestima se sienten más felices, son más sanos, tiene menos problemas mentales.

Por tanto, promover la autoestima en una persona es realizar cualquier acción que le ayude a contemplarse con ese sentido de dignidad y de respeto por sí misma. Suena muy sencillo, y sin embargo, ¿cómo promovemos la autoestima en las personas discapacidad, cuando los demás se les quedan mirando porque piensan que parecen diferentes? ¿Cómo favorecemos el respeto y el orgullo de sí mismos cuando la sociedad prima la velocidad, la autosuficiencia, las habilidades para comunicarse, la productividad, la eficacia? A pesar de todo ello, vemos a muchas personas con discapacidad que poseen un alto nivel de autoestima y respeto de sí mismas. ¿Cómo es esto posible? En buena parte se debe a que las familias y demás personas que les atienden han sabido encontrar maneras de fomentar y promover la autoestima.

La autoestima comienza por aceptar quiénes somos. Para las personas con discapacidad, eso incluye aceptar que la tienen. No podrán estar orgullosas de sí mismas si no aceptan que la tienen. Esa aceptación va a aumentar la utilización y el desarrollo de sus propias capacidades y habilidades, y fomentar la defensa y promoción de sus propios derechos y necesidades.

El desarrollo de ese orgullo y aceptación de sí mismos comienza a menudo en la familia. En efecto: comienza con la aceptación de la familia y con su decidida disposición a hablar sobre la discapacidad. No voy a entrar ahora en el modo en que una familia acepta esa discapacidad. Pero si el hijo adolescente o adulto tiene problemas con su autoestima, quizá debamos preguntarnos si somos nosotros los que tenemos problemas de aceptación. El desarrollo del sentimiento de orgullo y de aceptación de sí mismas por parte de las personas con discapacidad es un proceso complejo y a menudo creativo que abarca estos cuatro componentes:


-Conciencia, conocimiento, percepción

-Desarrollo del sentido de competencia

-Desarrollo de los propios talentos

-Sentirse amado y aceptado por la familia y los amigos

Cobrar conciencia de que uno tiene cualquier tipo de discapacidad o diferencia puede provocar sentimientos de enfado, pérdida, tristeza. Ya de niño, la conciencia de su diferencia en habilidades y oportunidades cuando se le compara con el resto de los compañeros y hermanos aumentará indefectiblemente cuando es integrado en las clases y situaciones comunitarias comunes a todos. Conforme se hace adolescente y adulto, puede hacerse aún más consciente de sus discrepancias en habilidades y oportunidades. Por ejemplo, cuando es niño puede jugar en el mismo patio, ir a la misma escuela del barrio y estar en la misma clase que los demás niños de la vecindad. Más adelante, irán apareciendo diferencias en las actividades compartidas con los compañeros sin discapacidad; y la diferencia será más acusada cuando los demás aprendan a conducir, empiecen a tener citas, ir a la universidad, casarse, tener una carrera.

Como para cualquiera de nosotros, el proceso de "llegar a un acuerdo con nuestra propia identidad" en las personas con discapacidad tiene que empezar muy pronto durante la niñez y continuar hasta la adultez. Resulta enormemente gratificante leer o escuchar testimonios de jóvenes adultos con formas diversas de discapacidad que afirman conocer su propia condición, la aceptan plenamente y comentan las enormes posibilidades que la vida les ofrece. Ahí ha habido todo un proceso de formación paciente y constante, en que los padres y los profesionales han aprovechado las mil circunstancias de la vida diaria para demostrar al niño-adolescente-joven-adulto, no sólo con hechos sino también con palabras la conciencia de una realidad con sus luces y sus sombras. Cuántas veces, aprovechando quizá una situación difícil y hasta a vergonzante, se puede buscar el momento para hablar sobre las propias limitaciones, resaltando de inmediato el conjunto de valores y debilidades que todas las personas tenemos. Por el contrario, cómo duele comprobar que otros jóvenes con discapacidad llenos de posibilidades y de cualidades, reniegan de su condición y caen en el negativismo y en la depresión.

Es evidente que el primer paso consiste en hablar siempre con naturalidad dentro de la familia de lo que es una discapacidad concreta, la que nos ataña. No es raro que nos consulten: «¿Cuándo digo a mi hijo (a lo mejor ya mayor) que tiene síndrome de Down?». Existen muy buenas respuestas, bien sistematizadas,

Conseguida la conciencia personal, el paso siguiente fundamental para que crezca la aceptación positiva de sí mismo es el desarrollo del sentido de la competencia, es decir, el conocimiento de las propias cualidades. Poco a poco, y con el aliento de la familia y de los amigos, la persona necesita cambiar su perspectiva, desde "lo que no podré hacer" por causa de esta discapacidad, a "lo que podré hacer". Es todo un proceso. Competencia es la cualidad que tienen las personas para hacer cosas "por y para sí mismas", como medio para conseguir un cierto sentido de control y dominio sobre el mundo. La promoción de la competencia comienza en casa, en las primeras etapas, y continúa a lo largo de la vida en un proceso diario de crecimiento y de aprendizaje. Con el tiempo, la competencia en las tareas de la vida diaria termina en la adquisición de un mayor sentido de independencia, y en un incremento de su propio orgullo y autoestima.


el mejor medio sin duda para que los padres promuevan la competencia es proporcionando todo el amor, apoyo y consejo que se necesite, pero también permitiendo que el hijo experimente cantidades razonables, manejables, de frustración y fracaso, que sirvan de incentivo para aprender y desarrollar la independencia. El proceso de ensayo y error, y de aprender a partir de las equivocaciones de uno mismo es común tanto para los niños con discapacidad como para cualquier otro niño. Lo único diferente es el punto de partida y el nivel de habilidad alcanzado.

Las familias que tienen mayor dificultad para promover la competencia son las que esperan demasiado, y las que esperan demasiado poco. Cuando las expectativas son muy altas y la presión familiar es muy grande, la persona puede abandonar por frustración y fracaso. Lo hemos visto en adultos que se deprimen y desaniman cuando, a pesar de las expectativas familiares, no consiguen los mismos objetivos en los deportes, la escuela, el trabajo, la carrera, el matrimonio, etc., que los conseguidos por sus hermanos "normales" o sus compañeros de la misma edad.

Por otra parte, pueden aparecer frustración y escaso rendimiento si las familias esperan demasiado poco de su hijo con discapacidad, y no le dejan realizar esas tareas de cuidado de sí mismo que incrementarían su independencia. Como resultado, cuando aparecen oportunidades de independencia, simplemente carece de experiencia y confianza para saber cómo responder de manera eficiente. Esto es lo que se ha descrito en la literatura como la "impotencia aprendida", y pone a la gente en serio riesgo de desarrollar depresión y todo un conjunto de problemas de salud física y mental.

Por consiguiente, tanto si se espera demasiado, como si se espera demasiado poco de una persona con discapacidad, no se conseguirán esa satisfacción y ese orgullo que derivan del desarrollo de las habilidades de independencia. Esto ocurre cuando se fuerza a la persona a ser algo que no es o que no puede ser, o si se infravaloran sus talentos y habilidades. En casa podemos actuar de varias maneras. Por ejemplo, animando a nuestro hijo a que realice nuevas tareas que sea capaz de hacer según su nivel de desarrollo y su capacidad física. Si la tarea es demasiado difícil, la dividiremos en pasos que sean manejables y factibles. Les motivarán más aquellas tareas que les resulten importantes y significativas. No debemos apresurarnos a relevarle o sustituirle cuando está intentando una nueva tarea. Y por encima de todo, hemos de animarle a aceptar sus errores y la falta de éxito como elemento necesario en el proceso de aprendizaje.


Todos nosotros nacimos de alguna forma dentro de una estructura social, grande o pequeña, la misma se conoce con el nombre de familia; es muy probable que lo primero que hayamos visto cuando abrimos nuestros ojos en el hospital haya sido el rostro de nuestra madre y luego el de el resto de nuestros familiares. De acuerdo a la definición de familia, decimos que es este el grupo que nos cría, nos forma como personas estableciendo nuestros valores morales y el que nos orientará a lo largo de nuestro desarrollo como seres humanos, en especial durante los primeros pasos. Existe una definición de familia un poco más técnica; se entiende por ella como un grupo social básico creado por vínculos de parentesco o matrimonio, el mismo se hace presente en absolutamente todas las sociedades. La familia debe, moralmente, proporcionar a sus miembros aspectos como seguridad, protección, socialización y compañía.
La familia es uno de los sistemas importantes que favorece el desarrollo del individuo para que este pueda desenvolverse en sociedad de manera eficaz. La familia tiene como funciones fundamentales son:

LA COMUNICACIÓN: fundamental para el desarrollo de la afectividad, la ayuda, la autoridad, la comprensión, etc.
AFECTIVIDAD: la relación de cariño o amor; imprescindible para el desarrollo normal del individuo.
APOYO: de múltiples formas; económico, afectivo, cultural, etc.
AUTONOMIA: los individuos necesitan cierto grado de independencia para facilitar su crecimiento y maduración. La familia debe establecer los límites de ese tira y afloja, en función de sus creencias, aspiraciones, cultura, etc.
REGLAS Y NORMAS: de comportamiento para favorecer la convivencia. Estas normas facilitaran las relaciones y los roles de cada miembro de la familia.
¿Pero qué pasa con la familia en la cual uno de sus integrantes tiene discapacidad?
Los padres se crean una idea de cómo quieren que su hijo sea, todos esperamos un niño lindo y sano. Cuando un niño nace la familia piensa primero que es un regalo de la naturaleza y por otro lado sienten la responsabilidad que al mismo tiempo se convierte en miedo de no poder asumir dicha responsabilidad. Cuando la familia sabe que su hijo es discapacitado, se inicia, o no, un proceso de elaboración de la enfermedad con la comprensión de la misma y culmina con la aceptación de las posibilidades que el niño tendrá, lo que implica el “duelo”. Algunas de las formas utilizadas por la familia para enfrentar estos momentos son: Aislamiento, exceso de actividades, refugio en la religión, búsqueda de información e interés excesivo por las técnicas médicas, Reacciones de tensión, pánico, reacciones depresivas (tristeza, dificultades de concentración, ansiedad, disminución de la energía, del apetito y el sueño), defensa: negación de la realidad. Aunque hay que ser consientes que todas las familias son distintas y así también lo será la manera en que reaccionen ante tal suceso.
Los padres de niños afectados por algún tipo de discapacidad, son generalmente caracterizados como depresivos, sobreprotectores, propensos a la negación o al rechazo. No obstante, se incurre en un grave error al generalizar estas características pues su reacción es una consecuencia de la difícil situación en que se encuentran. Esta se potencia como resultado del rechazo social, lo que, a su vez, lleva a la familia a aislarse de su medio. En suma, una cadena causa-efecto sumamente negativa.
Una buena respuesta a esta problemática va a depender del desarrollo de las siguientes conductas, dentro del núcleo familiar:
1. De su capacidad para aceptar y llevar a cabo los cambios que debe realizar

2. De la búsqueda de estrategias aptas para lograr estos cambios

3. De la capacidad para mantener un clima emocional estable

4. De la coherencia entre el pensar y el actuar

5. De la preocupación familiar por cada uno de sus miembros

6. De permitir que los conflictos y tensiones se manifiesten como medio para clarificar la situación, y así poder lograr soluciones.

no debemos olvidar que el niño discapacitado es, antes que nada, un niño. Por ello, precisa lo que cualquier otro niño necesita de su núcleo familiar: juegos, caricias, comprensión para con sus demandas, todos ellos aspectos que, muchas veces, se olvidan por percibirlo solamente en relación con su “problemática”, olvidando su verdadera identidad, su totalidad
Sabemos que en el discapacitado la capacidad de iniciativa está limitada, en razón que no posee total libertad para elegir sus modelos de conducta. Es por ello que, entonces, sigue los pasos de las personas que más ama y respeta, es decir sus padres. Si el ambiente es tenso y depresivo, y los padres tienen conductas punitivas, responsabilizando al niño de gran parte de sus fracasos, la conducta de éste se inhibirá, y aumentará mucho el miedo y la inseguridad. También el rechazo inconsciente de los padres genera, en ellos mismos, actitudes compensadoras de sobreprotección, solicitud ansiosa, indulgencia exagerada, esperanza de curación ilógica y sobreestimación de los resultados logrados por el niño; inversamente, como actitud pasiva extrema ante lo inevitable, y considerando únicamente el dolor propio, vuelven la espalda a quien más los necesita, con una postura permisiva y conformista, dejando pasar el tiempo y olvidando la responsabilidad que les compete en la formación y educación de su hijo. En resumen, un conjunto de actitudes que en nada lo ayudan.

Una actitud deseable es, por el contrario, la aceptación y la toma de conciencia de la realidad. Ella lleva a profundizar el interés sobre el pronóstico del hijo para, de acuerdo con ello, ordenar el proceso formativo del mismo. Amar es aceptar a éste con sus limitaciones y también ayudarlo y apoyarlo en el proceso de integración, para que sea útil para sí, para la familia y la sociedad. Los padres que aceptan y apoyan de ese modo, son padres que educan, enseñan a vivir, transmiten sentido de vida, son padres integradores. Simultáneamente, si el matrimonio está unido, se consolida esta unidad en la acción, afrontando juntos la situación, dándole mayor sentido a la misma. Inversamente, si el matrimonio está fisurado, cada uno de sus integrantes se aísla en su dolor y termina culpando al otro de lo que sucede. Es muy común ver la aparición de depresiones, ausencias del hogar, encierros en actividades laborales, y muchas otras salidas de tipo escapista; con estos comportamientos lo único que se logra es no hacer frente a la realidad dolorosa y, peor aún, no resolver el problema de fondo que está allí, esperando una solución real y efectiva. Por su parte, los hermanos, como miembros de la familia, se angustian frente a la presencia del niño discapacitado. También es tarea de los padres ayudarles a superar esta situación, de acuerdo con la edad y capacidad de cada uno de ellos, sin avergonzarse y sin sobrecargarlos con responsabilidades que no les compete. Recordemos que el discapacitado no debe ser considerado como el eterno niño y, por el contrario, es necesario encontrar el camino para que se adecue al ambiente familiar, laboral y social.



Por su parte, los hermanos, como miembros de la familia, se angustian frente a la presencia del niño discapacitado. También es tarea de los padres ayudarles a superar esta situación, de acuerdo con la edad y capacidad de cada uno de ellos, sin avergonzarse y sin sobrecargarlos con responsabilidades que no les compete. Recordemos que el discapacitado no debe ser considerado como el eterno niño y, por el contrario, es necesario encontrar el camino para que se adecue al ambiente familiar, laboral y social.


En ese orden, tengamos en cuenta que los hermanos, generalmente y por una cuestión natural, es probable que deban hacerse cargo de él en el futuro. Directamente vinculado con esta situación, pensemos que una de las mayores preocupaciones de los padres se nos muestra a través de la pregunta sobre “qué será de él cuando nosotros ya no estemos”. A partir de este estado de cosas, se convierte en tarea de toda la familia la búsqueda de que el niño pueda desarrollar el máximo sus habilidades. Por él y por ellos, por ellos y por él.
Antes se hizo mención a la existencia de centros especializados, que están en condiciones de prestar apoyo para la rehabilitación, educación y formación para la convivencia social. Pudiendo contar con este tipo de ayuda, es necesario que la familia estimule la realización de actividades manuales, en talleres habilitados para tal fin, para que se familiaricen con tareas laborales básicas, lo que dependerá de las posibilidades intrínsecas de cada uno, tal como fue expresado. Pero pensemos que lo más importante se centra en que si sabe trabajar, si sabe hacerlo en equipo, además de que esto le permitirá ganarse la vida –un logro importante para él-, puede ayudarle a tener amigos, y ambas cosas son un buen medio para ser feliz.
Teniendo en cuenta que el núcleo de integración que posee el discapacitado es la familia, es ésta quien debe recibir el asesoramiento y apoyos necesarios para poder cumplir plenamente con su tarea. Con este refuerzo, los padres podrán encararla con aceptación y esperanza. Esto es sumamente importante ya que ellos son los protagonistas y transmitirán por la vía del cariño, del ejemplo y el respeto, el sentido de vida a sus hijos. Si es que pretenden tener éxito en este desafío, deberán asumir una postura positiva, de confianza, en la capacidad de progresar que, potencialmente, posee su hijo. Para ello es esencial considerarlo como lo que es: una persona con condiciones para crecer, madurar y mejorar, que tiene una misión en la vida y es tarea de los padres ayudarlo a descubrirla. la aceptación y la toma de conciencia de la realidad. Ella lleva a profundizar el interés sobre el pronóstico del hijo para, de acuerdo con ello, ordenar el proceso formativo del mismo. Amar es aceptar a éste con sus limitaciones y también ayudarlo y apoyarlo en el proceso de integración, para que sea útil para sí, para la familia y la sociedad. La responsabilidad fundamental de la familia, respecto del discapacitado, es velar por su futuro, especialmente para el momento en que sus familiares ya no puedan estar presentes. Es por ello que se deberá prever la búsqueda de lugares apropiados para que el adulto minusválido pueda desarrollar su vida lo más adecuadamente posible.










La Autoestima de un niño no guarda relación directa con la posición económica de la familia, ni con la educación, ni con la ubicación sociogeográfica del domicilio familiar, ni con el hecho de que la madre esté siempre en el hogar....Lo que resulta significativo es la calidad de la relación existente entre el niño y los adultos que son importantes en su vida. Sin duda, todos los padres desean que sus hijos se valoren en lo que realmente valen, para que, pertrechados con una visión y una valoración positivas de sí mismos, sepan enfrentarse a los inevitables altibajos de la vida y lleguen a ser personas razonablemente seguras de sí mismas, felices, eficaces y solidarias. En suma, desean para sus hijos una estima fuerte y estable. Pero en una sociedad tan competitiva y carente de tiempo, la calidad de la educación que quisiéramos dar a nuestros niños sucumben frente a las exigencias del medio. Nos encontramos con que nuestros hijos estan a merced de los valores que impone la televisión y el medio circundante. Por esta razon creamos esta propuesta de taller lúdico creativo combina de una manera simple los juegos con las enseñanzas que se derivan de ellos, para establecer pautas de conducta en las q se valora el respeto mutuo entre niños y con el medio, además de la aceptación, la amistad y la cooperación.
El taller apunta a integrar el concepto de Autoestima, no sólo de forma teórica, sino también en la práctica a través de actividades lúdicas y dinámicas, que conducen a desarrollar una autoimagen positiva de sí mismo y una autovaloración suficiente, como para hacer frente a las dificultades de la vida. En este sentido el taller esta diseñado para alumnos del grado de 4° 5° año de primaria que tienes alguna discapacidad. Todas las actividades son en base a juegos grupales o actividades escritas y de intercambio. De ellas se extrae en grupo una enseñanza, un valor que dirge a valores como el respeto mutuo, la confianza, la amistad, el saber expresarse, entre otras cosas.
Este taller esta planeado para 30 sesiones de 2 horas las cuales se darn 2 sesiones por semana en horario escolar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario